Mortecina luz que propagaba,
Sobre el escritorio colmado de libros y papeles,
Manuscritos nacientes,… y otros olvidados.
Las flores apergaminadas del jarrón,
Habían dejado caer pétalos vencidos.
Y el vetusto calendario de mano,
Permanecía estático en aquella data.
El lánguido atardecer despuntaba,
Y las lágrimas germinaron de repente,
Cayendo en mi saya.
Mis manos, entonces,… se apartaron del teclado.
Y exhalando un suspiro,
Miré por la ventana…
No tenía más palabras.
Parecían desbandadas…
Esos momentos de trance, de agonía,
Cuando llenabas mi mente de recuerdos,
La coyuntura de amarte y no tenerte.
Detonaban mi corazón, y mi alma…
Volví a mirar la vela taciturna,
En cuya lúgubre luz, me reflejaba.
Me estaba consumiendo, igual que ella,
Percibí que mi espíritu,
A tus brazos escapaba…
Cecilia A. COCH
Córdoba, Argentina.
Derechos Reservados de Autor.
Foto: ceciliacoch
